El día que me comprometí

En mi familia siempre se hablaba de la importancia de tener una persona con la cuál hacer una vida, siempre decían que es mejor tener a alguien que nos apoye y acompañe a todos lados incondicionalmente, alguien con quien hacer una familia. Yo pensaba que no era necesario tener pareja para pasársela bien, yo no tenía pareja y me la pasaba muy bien, sin embargo no sabía qué era lo que me deparaba el amor.

Dicen que la persona de la que nos enamoramos en la universidad es la persona con la que nos quedaremos para siempre, yo entré a la universidad con el único objetivo de terminar una carrera y a eso iba, a estudiar y a ampliar mis horizontes. Obviamente conocí a alguien, una persona que en un principio no era de mi agrado en lo más mínimo, ni siquiera me caía bien, recuerdo que rehuía a su presencia, pero bien dicen que del odio al amor hay sólo un paso.

El tiempo transcurrió y nos hicimos novios; vivimos muchas experiencias juntos, fuimos a fiestas, viajamos, fuimos a conciertos, a exposiciones, nos titulamos, fuimos a pasear a mis perros… todo era miel sobre hojuelas. Yo nunca pensaba en matrimonio, no me oponía ni estaba a favor, sencillamente no lo pensaba.

Nuestro quinto aniversario se acercaba y queríamos hacer algo especial, no muy extravagante para celebrar, así que decidimos comprar hamburguesas, cerveza y quedarnos en casa viendo películas, algo que no siempre podíamos hacer por nuestros trabajos. Somos fanáticos de las películas de terror, así que para no romper con la costumbre, rentamos películas de terror. Todo parecía bastante normal, me levanté al baño y cuando regresé la puerta del cuarto estaba cerrada, raro porque yo la había dejado abierta, tuve un poco de miedo por las películas de terror… abrí la puerta y me sorprendí mucho al ver velas por todo el cuarto, un gran ramo de flores en la cama y Rodrigo, mi prometido al lado.

No supe qué pensar, así que le pregunté qué estaba pasando, él me pidió poner play a un archivo en su computadora, lo hice y una serie de fotos de todas nuestras aventuras empezó a reproducirse, me dijo que desde que me vio se enamoró de mí aunque le costó trabajo, logró que aceptara ser su novia y ese día se dio cuenta de que no debía dejarme ir. Terminó la presentación, se puso en una rodilla, sacó un hermoso anillo mientras me preguntaba “¿quieres casarte conmigo?”

Hoy somos una familia feliz con nuestra hija y nuestros perros; hoy aprendí que la vida es bella, y teniendo con quien compartirla, es hermosa.

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